Nina Felshin curadora,
escritora, historiadora del arte y activista estadounidense a través de su
libro ‘But is Art? The spirit of art as
activism’ considera el activismo
artístico como el auge del impulso democrático ya que da voz y visibilidad al
que no tiene derecho, y conecta el arte con una audiencia mayor.
Por lo tanto, podíamos
ahora mismo definir al artivista como un híbrido entre el mundo del arte con el
mundo del activismo político y la organización comunitaria, que estimula un
empeño quimérico un determinado cambio social, planteando de un modo crítico
los problemas actuales que permita que se contemple en su desnudez. Sin
embargo, este movimiento hasta donde se conoce, no busca la conformación de un
bloque histórico, ni convertirse en punto de referencia teórico y práctico, ni
cultivar la lucha ideológica, ni suscitar bases orgánicas para la
transformación social, en todo caso, potencia el espacio público como escenario
programático y dramático de y para las grandes virtudes cívicas. Ejemplo
de ello, lo vimos en la creatividad de los movimientos antiglobalización, en la
primavera árabe, las manifestaciones de los indignados en EE.UU, Grecia y
España y la caída de gobierno pro-ruso en Ucrania.
Frente a los abismos
planteados, el activismo nunca mostró una actitud defensiva, por el contrario,
embiste como un ariete. Este carácter también lo tiene el artivismo. Lo opuesto
a esto es el Realismo Socialista, movimiento nacido en la extinta Unión
Soviética, donde la política hace uso del arte para que este influya sobre la estructura
emocional y manipula las adherencias que conectan al pueblo con la
institucionalidad que lo representa, estableciendo a la vez, una relación
pasiva y de propaganda ideológica en los espacios públicos. Esta práctica
política anexada la práctica artística se ha extendido en gobiernos totalitario
como el cubano, nicaragüense y venezolano.
Pero también en el
siglo XX algunos artistas se hicieron eco de la importancia de incidir en la
vida a través del arte, lo palpamos con El Guernica de Picasso pintado en 1937,
donde se denunciaba el bombardeo a la ciudad de Guernica durante la Guerra
Civil Española. El arte se convertía entonces en una plataforma para hacer la
denuncia y la crítica como también lo hicieron movimientos de artístico como el
formado por los expresionistas alemanes al expresar a través del arte que aquello
que no funcionaba bien, ellos se fusionaron con la vida y se colocaron su arte al
servicio de todos. Actualmente, muchos artistas urbanos como Banksy que son
difíciles de interpretar, porque si bien sus acciones están fundamentadas en
las reivindicaciones y la protesta, cada vez son más los que opinan que detrás
de este personaje hay un artista con grandes dotes mercantiles.
Ahora el artivismo es
materia de conferencias y artículos, tema de exposiciones en museos y de
proyectos comunitarios patrocinados por instituciones, debido a que este se
muestra una preocupación por los derechos civiles, tratando temas como la
violencia contra las mujeres, el sexismo, racismo, preocupación por el medio
ambiente, entre muchos otros. De la misma manera en la que se interviene con la
política y la economía de algún lugar. No hay dudas, que esta práctica está al
servicio de las necesidades de la población y sus proyectos se hacen colectivos
porque entienden al arte como relación social, intervenciones artísticas en el
consumo, guerrilla de la comunicación, formas creativas de movilización y
protesta, para ello utiliza nuevas narrativas capaces de alterar los códigos y
signos establecidos.
Las revoluciones
modernas siempre estuvieron como aliadas a la calle, siempre hará falta arte y
ciudadanía para nutrir las calles, sobretodo, más que la política hace falta
espacio para el arte, lo humano y el hecho público. Los artivistas no crean
revoluciones a pesar que suelen invocarlas, ellos otorgan visibilidad y riesgo,
crean controversia y provocación con sus mensajes llamativos de denuncia y
protesta, generando consigo un debate público en los espacios públicos donde
pretende hacer partícipe a las grandes audiencias. Estas acciones suelen
provocar una reacción crítica inmediata ante una problemática actual, las
situaciones sociales y orientaciones políticas.
Los artistas o los
colectivos por lo general hacen uso de culture jamming (1984) porque están
desbarata el mensaje de las instituciones predominantes como reacción contra la
conformidad social. A menudo se le considera parte del subvertising - otro
híbrido formado por “subvert” y “advertising”- decidido a darle la vuelta a la
publicidad parodiándola. De hecho, un buen “subvert” reproduce a la perfección
el aspecto del objeto subvertido, hasta que la audiencia se da cuenta del
mensaje que trae consigo.
El amplio imaginario de
nuestras sociedades provoca la aparición de comunidades y subjetividades
inesperadas, que se unen con fines determinados. La única obra que jamás haya
caminado por las calles es la metáfora, la que permite a percibir, sentir y ser
consciente de ser reconocido por las estructuras económicas, sociales y
políticas. Todo eso se llama artivismo, que es más que una combinación entre
arte y activismo, es el derecho que tenemos todos a aparecer y a disentir.
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