jueves, 31 de enero de 2019

El arte oficial de Caracas, del cinetismo al realismo socialista.




La esfera de Soto.




El Manifiesto situacionista de Guy Debord en los años sesenta incitó a los artistas a salir a la calle y disparar al azar, pero qué pasa cuando el vanguardismo es envasado y reetiquetado por la política, los intereses culturales y mercantiles de una sociedad que siguen teniendo en la calle a su principal aliada, que es de donde provienen sus mayores logros y lucros. Es importante estar conscientes que los espacios públicos son espacios democráticos donde todos tenemos el derecho de aparecer y de disentir, que son los mismos derechos que arroga el arte. Por ello, el arte público ha privilegiado el artivismo en un intento que busca articular una sociedad a favor de una o varias cosas, lo que hace entender, que tanto, el arte no es un fin en sí mismos, como pretendieron creer los artistas vanguardistas.








Caracas como otras ciudades modernistas en el mundo, ha servido de laboratorios para ese amasijo de pretensiones que traen consigo la mal llamada política-cultural, que se hace presente ofertando, regulando y prohibiendo el ámbito urbano como pasó ha mediado de los años 70, concretamente, durante el periodo presidencial de Carlos Andrés Pérez, cuando el arte cinético irrumpió "casi" por decreto en los distintos espacios público citadinos, como un arte oficialista no solo se plantaron esculturas, sino también se intervinieron pasos de peatones, autobuses, incluso, se realizaron performance con motivos cinéticos. La ciudad de Caracas se convertiría en la ciudad en el mundo con más obras cinética en sus espacios público, de hecho, este arte se convertiría en una especie de arte oficial y  al ser en su mayoría artistas criollos los representantes de esta tendencia, le fue otorgado un sentido de venezolanidad. Pero también, porque este arte le suministraba a una ciudad en constante modernización y a su ciudadanía la sensación de progreso y vanguardismo, desde luego, esta sensación ayudaba a la política, de hecho, esta tendencia se ha mantenido en el tiempo, pues, en 1997 se inauguró la esfera de Soto que se ha convertido en uno de los nuevos símbolos urbanos de Caracas.




Intervención de Grillo Lobo.




Mientras, esto pasaba con el arte cinético, las distintas tendencias artísticas fueron encausadas a los espacios, es decir, las artes escénicas al teatro y las bellas artes a museos y galerías. El emergente arte callejero pasaba por momentos aciagos, al estar perseguido o expuesto al control policial. Uno de los primeros grafiteros venezolano de aquel entonces y quien tenía una orden de búsqueda y captura por parte de la policía política fue el Grillo Lobo. Este artista urbano se dio a conocer en Caracas a finales de los 70, por los grillos que dibujaba en los lugares más lúgubres de la ciudad, siendo las márgenes del Guaire que es un río de aguas servidas su espacio predilecto, estos grillos que nacieron como protesta a la contaminación de la ciudad, poco a poco, derivaron a temas más políticos, asimismo, en los 90 las intervenciones performáticas en contra de la política de estado por parte del artistas Juan Loyola fueran cada vez más agudas y polémicas.




Intervención fotográfica de Spencer Tunick en Caracas.



Con la llegada al poder de Hugo Chávez a finales de siglo pasado, el arte en todas sus vertientes tomaron las calles. Festivales y bienales surgieron con la idea de permitir el libre acceso a la cultura por parte de los sectores más humildes que no frecuentan los espacios culturales por considerarlos sectario, elitistas o por simple desconocimiento. A partir e esta premisa convertido en discurso populista, se asume los espacios urbano como el principal escenario para las artes, pero también emerge un muralismo inmerso en lo que se llamó Realismo Socialista en los espacios públicos de Caracas y otras ciudades por el gobierno. Este tipo de mural nacido en el fragor cultural de la revolución rusa para generar una identidad política a través del arte, se privilegió porque promulgaba una nueva política de izquierda centrada en los movimientos sociales. 









Estos murales fueron la mejor propaganda para que los proyectos de transformación fueran más efectivos a vista de los sectores humildes, desde luego, tenía como propósito establecer una relación pasiva y de propaganda ideológica a favor de la revolución bolivariana. Para tal fin, se contrataron a colectivos artísticos y a jóvenes artistas urbanos para recrear a través del graffiti, gestas históricas, políticas y de culto al líder, para con ello, sembrar en los sectores populares, sobre todo, en la joven ciudadanía, la necesidades políticas de imponer un deber doctrinario en pro del régimen, tal como lo hiciera la Unión Soviética, la República Popular China, Cuba y otros países socialistas. A este, Realismo Socialista le seguiría lo que se llamó Los Ojitos de Chávez que era una especie de Pop Art urbano que marcaba una presencia política de un líder eterno que como la novela 1984 de Orwell, era un gran hermano en constante vigilia.











Probablemente, y ante lo relatado en este ensayo, parecer difícil que esa fusión entre arte y vida que proponían los situacionistas es incapaz de romper con la hegemonía que ejerce la política y los intereses culturales y mercantiles sobre las calles de Caracas, pero al final, siempre será el héroe, quien se quede con la chica, porque en el caso concreto del arte urbano, este se vio favorecido por la política cultural populista del gobierno de Chavez, que sacó el arte a las calles mientras la política tomaba los espacios culturales, y cuando la política volvió a las calles arrinconando de nuevo al arte, el arte urbano fue más allá de la estética cotidiana o la mera representación de nuestro día a día, y al ser un arte temporal y participativo fue asumiendo nuevo retos, que implican beligerancia social y un rescate cultural y antropológico (memoria), que junto al sentido crítico de la ciudadanía y la voluntad de cambio de los artistas concebirían nuevas estrategias para no seguir perdiendo territorio ante la política de estado y el arte oficialista. 

FInalmente, podemos decir, que aún se encuentran esos grillos insubordinados en la memoria de muchos, como los iconos del arte callejero caraqueño pero también como ese  desafío al arte oficial de los 80.





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