Arquitectos, artistas,
urbanistas, paisajistas y diseñadores entre muchos otros, están
obligados a revisar sus prácticas profesionales, y obligarse a trabajar
entre sí y con los ciudadanos de las comunidades implicadas para contribuir a
rescatar los espacios públicos de su anonimato.
El
Battery Park City de Nueva York constituye uno de esos notables ejemplos de actuación
urbana integral (urbanismo, diseño, jardinería, mobiliario, arte público...)
proyectado por la empresa de Arquitectos paisajistas: Quennell, Rothschild
& Partners y Starr Whitehouse. Este parque es un área sensible ganada al
río Hudson, con un relleno de 92 acres finalizado en 1976, a partir de 1981,
ofreciendo resultados de paisajismo urbano y arte público reseñables; entre
otros artistas, en este intervienen Mary Miss, Scott Burton, Ned Smyth, R. M. Fischer y
Richard Artschwager. Este sin dudas es un espacio público hermoso y sustentable del siglo XXI,
digno de su importancia cultural, arqueológica e histórica que ha conectado el
cuerpo y alma en Nueva York tuvo como fecha de finalización el 2016.
El
nombre de Battery Park, proviene por estar ubicado en el histórico extremo sur
de Manhattan, donde se encontraba la "batería" de cañones erigidos
por los colonos holandeses en el siglo XVII. A lo largo de los siglos, Castle Clinton fue la primera estación oficial
de recepción de inmigrantes antes de que se construyera Ellis Island, también
funcionó como un lugar de recreo y como un paisaje conmemorativo hasta que se
convirtió en un destino exuberante donde asisten siete millones de turistas y
neoyorquinos que abordan el ferry de Nueva York que van a Staten Island, Ellis
Island y Liberty Island.
A
pesar de su proximidad al Distrito Financiero, Battery Park, ha resuelto los
conflictos entre peatones, bicicletas, carros y autobuses, para adentrar a los
visitantes en un entorno pacífico donde correr, montar en bicicleta, o pasear
por su explanada. Este oasis único ofrece hermosos jardines y flores que hacen
que esté lleno a la hora del lunch break. Los fines de semana es perfecto para gastar el tiempo para visitar los monumentos, la granja urbana, pasear por los jardines o por el
paseo marítimo para disfrutar de las magníficas vistas del puerto de Nueva
York. Battery Park ofrece un refugio al ajetreo y bullicio del centro de Nueva
York, además, lo convierte en un punto de partida perfecto para hacer
excursiones a pie por la ciudad.
Para los amantes de la ecología que por lo
general en la ciudad suelen ser unos fundamentalistas, este parque tiene 2
acres de pasto azul de Kentucky y se han eliminado caminos innecesarios, dando
paso a más césped y bosques donde los viejos árboles pueden extenderse
felizmente por encima y por debajo del suelo. La longevidad de los 250 árboles
maduros del parque se ha asegurado a través de un nuevo pavimento que preserva sus
sistemas de raíces. También posee un espacio de concierto para hasta 9,000
asistentes, alberga 23 monumentos para los exploradores, defensores e
inventores estadounidenses y un carrusel acuático ocupa la ubicación del primer
acuario de Nueva York para ofrecer una completa experiencia submarina para
grandes y chicos simulando un viaje al centro del océano al combinar arte,
arquitectura y música.
Battery
Park cuenta con la única granja urbana de la zona. Este proyecto que comenzó en
2011, ofrece talleres y voluntariado para aprender sobre el cultivo y
agricultura sostenible. La comunidad involucrada produce miles de verduras,
frutas y flores al año. Además, es hogar de abejas, que viven en colmenas que
recrean edificios históricos de la ciudad de Nueva York. Otra propuesta
bio-sostenible es la de Fuente, el agua de esta fuente capta la luz del sol
mientras el agua sube por las alturas creando un espectáculo durante el día,
mientras que es iluminado por LEDs por la noche, todo un júbilo para niños y
adultos un espectáculo para los sentidos.
En
el dominio de la ciudad el espacio urbano y el espacio cívico como el Battery
Park y sus diversas intervenciones proponer solucionar problemas de la vida
cotidiana. Ellos constituyen experiencias sólidas que contrastan la capacidad
del arte público para articular respuestas urbanas, conferir significados
estéticos y funcionales al contexto local y cargarlo de especificidad e,
incluso, expresar discursos sociales y políticos. El arte público puede ser el
instrumento que desde el arte y el activismo cívico puede presentar posibles
soluciones o en todo caso de denunciarlo. Pero lo más importante es el aporte,
la creación o recreación de nuevos espacios y su posible uso, es decir, el uso
y disfrute racional por parte de los usuarios.
En
este contexto, la mediación del arte como un instrumento valioso para actuar en
la ciudad, pero sobre este no recaen las responsabilidades que son propias de
la arquitectura y el urbanismo, cuyas deficiencias no puede ni debe suplir. Desde
luego, el arte público no sana los males que trae consigo el tejido urbano, la
inseguridad, el tráfico, la mala gestión municipal, la educación ciudadana, la
especulación y la toma de las aceras por el comercio informal, en fin. Pero
está claro, que ni los arquitectos se gradúan de genios, ni los urbanistas
quieren aprender de los ciudadanos
excluidos y los más desfavorecidos porque ellos desde siempre han tenido en
calles y plazas una extensión de la casa, cuando no su residencia habitual.
Hábilmente, las ciudades como ente siempre tendrán la capacidad y la diligencia
de restaurar y revitalizar la vida urbana. Persistentemente, ellas tendrán el
tamaño correcto y la densidad adecuada para combinar las diversas comunidades
que conviven en su ecología urbana.
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