"En la estación de las dudas, Muere un tren de cercanías"
Joaquin Sabina.
Es
difícil asumir una postura clara con respecto a los posibles nuevos museos de
arte urbano que se levantarán luego que abriera sus puertas el Urban Nation Museum,
que es el primer museo permanente de arte callejero y graffiti en el barrio de
Schöneberg de Berlín. Si a bien, la creación de estos espacios culturales le da
un reconocimiento notable a una vertiente del arte que a pesar de su amplia difusión
aún carece de aceptación, también está claro, que este es un arte que pertenece
a los espacios urbano, que una vez museado, entraría en conflicto, de lo que
debe ser museable y lo que no, que o cual artista deja huella y quien puede o
no entrar en un museo. Partiendo de esta premisa, que suena simplista, ese carácter
forajido que tiene el arte urbano donde la gente es quien aprueba o no una intervención se perdería,
porque la gente, pasarían a ser un público a cautivar por una institución. Por lo tanto, el
encanto de la obra callejera, dejaría de ser algo novedoso en el muro de un
barrio para pasar a ser parte de un inventario que muere dentro de las paredes
de un espacio temático.
En
artículos anteriores, hemos hecho ver cómo este nuevo milenio la
insubordinación mostrada por el arte urbano ha sido paulatinamente domesticada,
de cómo la indocilidad del arte urbano ha servido a los oscuros fines
inmobiliarios como arma arrojadiza a favor de la gentrificación. Lo que nos
parece triste, es que esto ya se vivió con las vanguardias, que fue paulatinamente
edulcorada para que los galeristas hicieran de ella una mercancía y los curadores
crearán nuevas significaciones. Pues, algo similar, sucede con el arte urbano,
a través de él, los inversores inmobiliarios desean hacer negocio y los
funcionarios municipales buscan encauzar para que sirva a sus intereses. En
fin, que el artista urbano no es el único que desea dejar su huella, pero es
este artista quien tendrá la potestad de serle fiel a esa revolución social que
hoy representa el arte urbano como alternativa que democratiza los espacios
urbanos ante los medios de comunicación de masas que usan la publicidad y la
propaganda política que directa o indirectamente han tomado las calles como un
territorio propio, privatizándolas, o formar parte del inventario de una
institución.
De
otro lado de la acera, encontramos el ejemplo del MIAU (Museo Inacabado de Arte
Urbano) que es un proyecto de museo al aire libre, y una iniciativa ciudadana
que ha transformado Fanzara, que un pueblo de 323 habitantes de Castellón
(España), en un museo vivo en constante evolución. Este proyecto, presta las
fachadas del pueblo a las intervenciones de artistas urbanos a quienes invita a
participar con total libertad de expresión. La única condición que se le propone
a los artistas a la hora de intervenir es la de incorporar a los habitantes de
Fanzara en el proceso creativo, lo que estimula que artistas y habitantes
interactúen y colaboren en talleres y actividades. De hecho, es costumbre que
los artistas se alojen en las casas de vecinos voluntarios, quienes también les
proporcionan la comida, creando con ello una nueva identidad urbana basada en
el tradicional carácter rural del pueblo y es una clara demostración que es
posible una estrategia sostenible para revitalizar escenarios rurales en
decadencia.
Otro
ejemplo es MAUA (Museo de Arte Urbano Aumentado) de Milán, creado en 2017, el
cual, es un proyecto de regeneración urbana de las periferias, ofreciendo a la
ciudadanía y a los visitantes de Milán, a través del el arte urbano una nueva
forma de turismo y fruición cultural en las áreas menos céntricas y conocidas
de la ciudad. Este proyecto promovido por el Ayuntamiento de Milán, es de comisariado
compartido, donde el patrocinio privado, fundaciones y asociaciones de
ciudadanos colaboran, aportan y promueven junto a los vecinos de los barrios
involucrados las mejores expresiones del arte urbano existentes en el
extrarradio milanés proyectando a un museo al aire libre que por
ahora cuenta con unas 50 obras murales.
La
creación de nuevos museos para arte urbano, ciertamente, resulta una contradicción que se exhibe como parte de esta
sociedad del espectáculo. Son parques temáticos, que buscan recrear espacios
urbanos y con ello la ecología de las distintas subculturas que lo habita, algo
que a bien le da frescura y revitaliza a una institución que es una vitrina que
muestra y almacena, pero sin dudas le quitara soberanía al arte urbano. La
creación de estos museos, desde luego, arrancarán alguna que otra sonrisa, pero,
por qué, crear espacios nuevos que envejecen a un arte relativamente nuevo, más
aún, porqué encerrar un arte que tiene como hábitat natural las calles, y esto
permite que la obra sea parte de la calle y cualquier ciudadano sea parte de la
obra. No es más fácil, incluso, económicamente hablando, que los museos de arte
contemporáneo existente realicen exposiciones de arte urbano, exposiciones que como
un suceso temporal le permita ser una institución eclética, a la vez, que le
permite a esta tendencia urbana, un espacio de reconocimiento que le otorgue amplitud
en su propósito dentro de nuestra sociedad, que como bien diría Siah Armanjani, que los artistas se hagan ciudadano a la vez que los ciudadanos se hagan
artistas. Afortunadamente y ¡Gracias a Dios! el arte urbano aún vive fuera de
las paredes de los museos para seguir siendo un tren de cercanía, una alternativa entre el arte y la
vida.
No hay comentarios:
Publicar un comentario