jueves, 17 de enero de 2019

Las contradicciones que exhiben un museo de Arte Urbano






Fachada del Urban Nation Museum en Berlín




"En la estación de las dudas, Muere un tren de cercanías"

Joaquin Sabina.




Es difícil asumir una postura clara con respecto a los posibles nuevos museos de arte urbano que se levantarán luego que abriera sus puertas el Urban Nation Museum, que es el primer museo permanente de arte callejero y graffiti en el barrio de Schöneberg de Berlín. Si a bien, la creación de estos espacios culturales le da un reconocimiento notable a una vertiente del arte que a pesar de su amplia difusión aún carece de aceptación, también está claro, que este es un arte que pertenece a los espacios urbano, que una vez museado, entraría en conflicto, de lo que debe ser museable y lo que no, que o cual artista deja huella y quien puede o no entrar en un museo. Partiendo de esta premisa, que suena simplista, ese carácter forajido que tiene el arte urbano donde la gente es quien aprueba o no una intervención se perdería, porque la gente, pasarían a ser un público a cautivar por una institución. Por lo tanto, el encanto de la obra callejera, dejaría de ser algo novedoso en el muro de un barrio para pasar a ser parte de un inventario que muere dentro de las paredes de un espacio temático.

En artículos anteriores, hemos hecho ver cómo este nuevo milenio la insubordinación mostrada por el arte urbano ha sido paulatinamente domesticada, de cómo la indocilidad del arte urbano ha servido a los oscuros fines inmobiliarios como arma arrojadiza a favor de la gentrificación. Lo que nos parece triste, es que esto ya se vivió con las vanguardias, que fue paulatinamente edulcorada para que los galeristas hicieran de ella una mercancía y los curadores crearán nuevas significaciones. Pues, algo similar, sucede con el arte urbano, a través de él, los inversores inmobiliarios desean hacer negocio y los funcionarios municipales buscan encauzar para que sirva a sus intereses. En fin, que el artista urbano no es el único que desea dejar su huella, pero es este artista quien tendrá la potestad de serle fiel a esa revolución social que hoy representa el arte urbano como alternativa que democratiza los espacios urbanos ante los medios de comunicación de masas que usan la publicidad y la propaganda política que directa o indirectamente han tomado las calles como un territorio propio, privatizándolas, o formar parte del inventario de una institución.




Mural en el pueblo de Fanzara.




De otro lado de la acera, encontramos el ejemplo del MIAU (Museo Inacabado de Arte Urbano) que es un proyecto de museo al aire libre, y una iniciativa ciudadana que ha transformado Fanzara, que un pueblo de 323 habitantes de Castellón (España), en un museo vivo en constante evolución. Este proyecto, presta las fachadas del pueblo a las intervenciones de artistas urbanos a quienes invita a participar con total libertad de expresión. La única condición que se le propone a los artistas a la hora de intervenir es la de incorporar a los habitantes de Fanzara en el proceso creativo, lo que estimula que artistas y habitantes interactúen y colaboren en talleres y actividades. De hecho, es costumbre que los artistas se alojen en las casas de vecinos voluntarios, quienes también les proporcionan la comida, creando con ello una nueva identidad urbana basada en el tradicional carácter rural del pueblo y es una clara demostración que es posible una estrategia sostenible para revitalizar escenarios rurales en decadencia.





Museo de arte urbano aumentado.




Otro ejemplo es MAUA (Museo de Arte Urbano Aumentado) de Milán, creado en 2017, el cual, es un proyecto de regeneración urbana de las periferias, ofreciendo a la ciudadanía y a los visitantes de Milán, a través del el arte urbano una nueva forma de turismo y fruición cultural en las áreas menos céntricas y conocidas de la ciudad. Este proyecto promovido por el Ayuntamiento de Milán, es de comisariado compartido, donde el patrocinio privado, fundaciones y asociaciones de ciudadanos colaboran, aportan y promueven junto a los vecinos de los barrios involucrados las mejores expresiones del arte urbano existentes en el extrarradio milanés proyectando a un museo al aire libre que por ahora cuenta con unas 50 obras murales.

La creación de nuevos museos para arte urbano, ciertamente, resulta una contradicción que se exhibe como parte de esta sociedad del espectáculo. Son parques temáticos, que buscan recrear espacios urbanos y con ello la ecología de las distintas subculturas que lo habita, algo que a bien le da frescura y revitaliza a una institución que es una vitrina que muestra y almacena, pero sin dudas le quitara soberanía al arte urbano. La creación de estos museos, desde luego, arrancarán alguna que otra sonrisa, pero, por qué, crear espacios nuevos que envejecen a un arte relativamente nuevo, más aún, porqué encerrar un arte que tiene como hábitat natural las calles, y esto permite que la obra sea parte de la calle y cualquier ciudadano sea parte de la obra. No es más fácil, incluso, económicamente hablando, que los museos de arte contemporáneo existente realicen exposiciones de arte urbano, exposiciones que como un suceso temporal le permita ser una institución eclética, a la vez, que le permite a esta tendencia urbana, un espacio de reconocimiento que le otorgue amplitud en su propósito dentro de nuestra sociedad, que como bien diría Siah Armanjani, que los artistas se hagan ciudadano a la vez que los ciudadanos se hagan artistas. Afortunadamente y ¡Gracias a Dios! el arte urbano aún vive fuera de las paredes de los museos para seguir siendo un tren de cercanía, una alternativa entre el arte y la vida.

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