martes, 21 de julio de 2020

Arte y ciudad: Entre grafiteros vandálicos y artistas de la calle.



El mural de jef aerosol en la Place Igor Stravinsky, París.


La calle por sus características es el centro de la vida social, no trata del yo, trata de todos, se desentiende del arte y de aquello que no lo es, desde luego, esto no la hace ni complaciente ni tolerante. El arte urbano al igual que la ciudad encontramos gente para todo, actualmente, nos tropezamos por igual a ciudadanos ejemplares como artistas geniales con diseños que reconocemos al instante, asimismo, Algunos explotan con éxito las posibilidades plásticas del grafiti, pero no todo el que pinta garabatos en la fachada de un edificio es un artista. Son ciudadanos que no saben qué hacer literalmente con un aerosol por lo que se dedican a plasmar firma y tag por todos lados, es como volver a ese Wildstyle de mediado de los años 70. Porque para ellos, el arte callejero es como un juego de cadáver exquisito donde las firmas se montan una sobre otras, una excusa para imponerse y tiranizar la democracia de los espacio urbanos, que por más que estiren el chicle del arte urbano, se torna ruidosos e invasivos, lo que le hace un flaco favor a la urbanidad del arte callejero. Lo cierto es, que la mayoría de los distintos gobiernos municipales busca poner coto a la proliferación del graffiti al cual considera ilegal.


Desde luego, puede pasar que de ese caos generado terminé siendo una afortunada obra de color y expresión cercano al arte. También es común, que el arte callejero sean reconocidos, mercadeados por galerías que son los de menos. También entendamos, que "rayar paredes" no esté asociado al arte callejero y más bien a la política, que sea la búsqueda de solidaridad, reconocimientos o sea la denuncia en contra de una sociedad rancia e intolerante, por lo tanto, no personificar firmas, se encausan y se incorporan al activismo, desde donde se garabatea consignas a favor de un bien común. 

Escribir y dibujar en los muros del espacio público son prácticas muy antiguas, pero es muy probable que los graffitis que hoy adornan las grandes ciudades del mundo, sus trenes y sus metros, estén estéticamente emparentados con los que florecieron en el Bronx de Nueva York en los años 70 del siglo pasado como una vertiente expresiva de la subcultura urbana del punk y el hip hop respectivamente.


Como gesto de irreverencia, el acto de tomar un aerosol y cubrir paredes enteras con textos e ilustraciones es muy democrático, pero en qué punto pasa de ser un acto democrático a tiranizar un espacio que nos pertenecen a todos; el graffiti nunca fue una expresión que se contenga con  cuarentena o una aventura exclusiva de adolescentes. Por otro lado, aunque Jean-Michel Basquiat y algunos de sus contemporáneos explotaron con éxito las posibilidades plásticas de este medio, está claro, que no todo aquél que pinta garabatos en la fachada de un edificio es un artista.


En eso hacen énfasis las autoridades de las urbes cuando tipifican los graffitis como daños a la propiedad pública o privada, y decretan leyes para tratar a sus autores como delincuentes aplicando medidas punitivas para evitar que la arquitectura de la ciudad se convierta en un  dibujo libre fuera de todo control.  Ciertamente, las ciudades que invierten mucho esfuerzo y dinero al año para borrar los grafitis del paisaje urbano. Para muchos cultores del graffiti, la sola idea de escribir o pintar sobre una pared con las autoridades mirando sobre sus hombros, aprobando o no sus motivos es un contrasentido a las libertades que otorga el sistema. No obstante, algunas alcaldías y municipios han recurrido a la estrategia de "encargar obras a grafiteros para que la aproximación al problema del "graffiti como acto vandálico" no sea meramente punitiva.

Ciudades como Colonia en Alemania, al igual que muchos pueblos europeos como Fanzara, han puesto muchas más superficies a disposición de quienes quieren hacer arte callejero; muchas de esas superficies son ofrecidas por los dueños de las fachadas de casas, negocios o empresas.


El arte y la política de orden público a menudo no suelen congeniar, lo que conlleva que cuando se descubren graffitis no deseados, la opción van desde multar a los perpetradores, borrarlos lo antes posible u obligar a los grafitero a cumplir trabajo comunitario. Si no se hace, los ‘grafiteros’ se sentirán dueños de la situación, algo que no están dispuesto a permitir. A estas alturas hacen uso de pintura a prueba de grafitis, susceptible de ser lavada fácilmente hasta cincuenta veces.

Madonna con niño de Blek le Rat


Pese a todas las críticas, existe la convivencia necesaria por lo que seguiremos viendo una intención artística y hasta política en lo que se refiere al graffiti y por parte de la sociedad encontraremos reconocimientos y exigencias. Por ejemplo, "la Madonna con niño" del padre del stencil Blek le Rat en Leipzig,Alemania, fue restaurada y reconocida como patrimonio cultural. También están el caso de las burkas azules de Shamisa Hassani, mediante las cuales protesta contra la represión de las mujeres en Afganistán; las pintadas con forma de buitre en Nairobi, Kenia, en las fachadas de las casas de políticos presuntamente corruptos; y, desde luego, la obra del británico Banksy, de cuya identidad a estas altura sigue siendo un enigma. han terminado cotizándose a un altos precios en el mercado del arte

Banksy, NY.

Ciertamente, la mayoría de la gente piensa que el graffiti es un acto vandálico propio de jóvenes que desean llamar la atención "estropeando la estética de propiedades privadas que le son ajenas" pero aunque en muchos casos sea así, en otros casos, simplemente, es la búsqueda a través del ensayo y error de expresar sensaciones y sentimientos insumisos mediante el dibujo por lo que podría ser considerado como "arte". Aunque los comienzos de los tag y firmas obedecían más a un acto egótico que a una expresión artística, como es el caso de TAKI 183 quien fue fue entrevistado por el New York Times en 1971. Donde revela su nombre; Demetrius, inmigrante griego que trabajaba como mensajero en Nueva York. Pintaba su firma en todos los sitios donde entregaba documentos y paquetes. Este se hizo famoso cuando un considerable número de jóvenes comenzaron a imitarlo grabando sus firmas en las paredes y en otros lugares como por ejemplo: trenes, edificios abandonados y construcciones, para dejarlas a vista pública. Así también lo reconocería la historia del arte callejero y nacería lo que conocemos como el "AllCity". También fue sobre esta fecha cuando algunos de estos jóvenes mejoraron estas firmas haciendo dibujos y firmas que se pueden considerar auténticas obras de arte, algo que poco a poco enhebró el muralismo que contemplamos hoy en día en muchas fachadas de las distintas ciudades. Y es a partir de ese entonces, donde dividimos a arte urbano entre grafiteros vandálicos y artistas de la calle, que gracias a los primeros aún son mal vistos por la sociedad los segundos. Afortunadamente, cada día más el arte urbano a calado en las mentes y corazones de la sociedad.



No hay comentarios:

Publicar un comentario