jueves, 8 de octubre de 2020

Colorear la ciudad sin salirse de la linea

 

Faro de ajo, Cantabria, intervenido por Okuda.

Encontramos un artículo en la sección Icon design del diario español El País, del mes septiembre, escrito por Marc Luelmo, titulado "Dónde acaba la obsesión española por colorear edificios: de Okuda a Boa Mistura", en el cual básicamente tocaba el tema de lo que denomina "vandalismo institucionalizado, desde luego, la falta de criterio en el arte urbano español".

En los 80's, el arte urbano ciertamente se hizo invasivo, porque más que ser una expresión artística que captó el interés de la gente joven que vieron en este grafismo una manera de manifestarse, también se convirtió en una manifestación social que abarcaba varias luchas, por lo que se aplicaron fuertes medidas en Norteamérica para reprimir este arte al cual fue considerado vandálico y en muchos casos extremista. Estas medidas fueron empujando al arte callejero de la ciudad de Nueva York en la costa este a la costa oeste, a la ciudad de Los Ángeles donde el Wildstyle se hace más ecléctico y codificado, al vincular la cultura punk californiana a la vez del hip hop de los barrios marginado afroamericano lo que derivó en el N.W.A. y sin dejar de ser invasivo conectó con la cultura Chicana y Skate, por lo tanto, es un arte flexible e incluyente.

Graffiti de Gerard Zlotykamie

Durante esa década 80's, el arte urbano viaja de vuelta a las ciudades europea, y decimos de vuelta, porque hay registros del intervenciones urbanas que data de los 60, como la del artista francés Gerard Zlotykamie alias Zloty que Junto a Daniel Buren y Ernest Pignon-Ernest, fue uno de los iniciadores del arte urbano en Francia de hecho hay graffiti de Zloty que data de 1964. En la ciudad de París el arte callejero se explayó con un renovado perfil, desde luego, alimentado por el carácter contestatario del mayo francés y la poética del situacionismo, otorgándole a este arte una generación interesante de artistas como Blek le Rat o Jef Aerosol quienes cuajaron muy bien dentro de la cultura urbana de la ciudad luz. En el caso, de Inglaterra este arte alcanzó su cumbre en Bristol, la ciudad de Banksy, ésta ciudad dominada por la clase media trabajadora encabezaría el inventario de las principales ciudades europeas con mejor cultura para el arte urbano, de hecho, allí se celebra  uno de los festivales europeos más importantes para el arte urbano. Para muchos investigadores, el arte urbano en esta década reconecta con las distintas tendencias artísticas de la modernidad por lo que deja de lado el carácter panfletario y tiende más al arte mural.

Mural Hondarribia, una pequeña localidad costera guipuzcoana

Ya en los 90's, notamos que el arte urbano da un paso al lado de la clandestinidad al ser este más tolerado, incluso, podríamos afirmar que el arte urbano pasaba a ser un arte institucionalizado, mejor dicho, pasó a ser arte absolutamente mercadeable y resultó bastante snob, por lo tanto, los artistas urbanos que furtivamente intervenía los espacios públicos, pasaron a ser celebridades alabadas por yuppies, hipters en galerías y museos. Los hipters que es una subcultura urbana que proviene de la clase media,  y  que nace en los 50's y renace a finales de los 90's son los más afines a esta manifestación por ser  amantes de los espacios culturales, de la creatividad y la tecnología. Ellos fueron quienes aceptaron y más se involucraron con la cultura del graffiti al trasladarlo a sus propios intereses, si bien, esta subcultura no tiene un vínculo directo con el arte urbano, suelen apreciar este arte urbano porque los conecta con su devoción a lo retro y la nostalgia, además se valen del este arte para ornamentar y gentrifican los espacios urbanos.

En este nuevo siglo son las administraciones municipales las que permiten y promueve actuaciones murales, que dicho de paso, que suelen resultar ajenas a edificios y a vecinos. Es que el poder político, entendió los buenos resultados que trae consigo darle un poco de color al paisaje gris de una ciudad, además esto de colorear como decisión política es muy rentable, es decir, podemos pintar la ciudad pero sin salirnos de la línea.

Mural de C215, Tudela.

La recuperación de los espacios públicos por medio de murales conlleva a una instantánea y favorable instagramización, pues, cada foto de un mural contendrá el hashtag con la localidad y el espacio recuperado. Según indica algunos sociólogos que esto también es una forma de perversa turistificación donde, de nuevo, los vecinos son los de menos. Un mural recién pintado tiene un efecto inmediato en las redes con fecha de caducidad, porque la cultura visual necesita cambios de ciclo, si no pasara a ser un nuevo ruido visual cuando este mural se consuman por  sí mismo y, a medida que se multiplican estas intervenciones pierden su relevancia e interés. Se puede decir que lo que comenzó con acciones de revitalización de aquellos barrios en peligro de exclusión y como una apropiación del espacio público ahora se está convirtiendo ahora en un riesgo para el patrimonio de mismo barrios.

En relación a las ciudades, entendemos que las ciudades americanas son ciudades nuevas que siempre están en construcción en relación a las ciudades europeas, por lo tanto, tiene una enormidad de elementos externos que interfieren en la propia lógica de la ciudad, entre ellas la globalización que hace que tengan que enfrentarse a problemas mundiales con infraestructuras locales, en el caso europeo, debemos tomar en cuenta que la mitad de la arquitectura que se firma en Europa es producto pensada restauración. Asimismo, conviene tener en cuenta que en ese mismo porcentaje las ciudades europeas no solo busca preservar el valor cultural de sus edificaciones, sino también, busca reformar la posibilidad de vivir y mejorar la calidad de vida en las ciudades, evitando que la esta ciudad acabe con nuestra salud, y eso pasa, por hacerla autosustentable, ecológica, es decir, reducir el consumo energético son los objetivos principales de todos los proyectos más ingeniosos de las ciudades. También hay que tener claro,  que no solo los artistas urbanos tienen a la ciudad como su patio de recreo, los arquitectos también, ya que estos se forman en arte y a través de la estética propia o ajena van edificando su propia aportación en la mejora del mundo,

Mural estación de autobús de la sevillana Plaza de Armas.

El uso del arte para transformar agradablemente el entorno urbano, generó lo que se llamó “plop sculture", que era la siembra de esculturas que a la larga se convertían en perpetuos monumentos. Ahora, en esto, de urbanizar a la humanidad, se han creado los llamados Freespace o espacio gratuito o “regalado”, que generan algunas arquitecturas, Freespace puede ser un “espacio de oportunidad, un espacio no programado; un espacio libre para usos no concebidos”. El espacio gratuito como aquello que sucede cuando “los edificios mismos encuentran maneras de compartir e involucrarse con la gente a lo largo del tiempo, incluso mucho después de que el arquitecto ha salido de escena que es un espacio que puede estar concebido para todo o para nada.

 Pero vamos ocuparnos del artículo de Marc Luelmo, donde se deja entrever el conflicto que trae el manejo de los espacios para la libre expresión, probablemente, es a partir de esta premisa comienza lo que Marc Luelmo llamó en su artículo la obsesión española por colorear edificios. El arte urbano comenzó con acciones efímeras y en medianeras de los edificios, ahora se ha convertido para los defensores del patrimonio en un "vandalismo institucionalizado", porque ahora son los ayuntamientos los que solicitan intervenciones a los artistas urbanos, desde luego, esto para los defensores del patrimonio es como una patente de corso donde no hay ninguna mención a la protección política de las plazas o las aceras. Alegan que “el problema no está en pintar, sino en la falta de criterio con que se hace", dónde están los límites en esta nueva tendencia muralista de los ayuntamientos españoles que ha multiplicado los encontronazos entre los murales de colores que ellos impulsan y las asociaciones que velan por la conservación del patrimonio histórico.

Polideportivo de la Alhóndiga, obra de Miguel Fisac, con un mural realizado por Boa Mistura

En el artículo Marc Luelmo toma como ejemplos, el faro de Ajo, en Cantabria, una construcción de 1930 que fue intervenido por el artista urbano Okuda San Miguel utilizó como lienzo en blanco por encargo de Miguel Ángel Revilla, presidente de la comunidad; y el polideportivo de la Alhóndiga, obra de Miguel Fisac, que el Ayuntamiento de Getafe decidió "realzar" con un mural a cargo del colectivo Boa Mistura. No obstante, Alberto Tellería, portavoz de la asociación Madrid Ciudadanía y Patrimonio, considera que el mural que el Ayuntamiento de Getafe ha encargado al colectivo Boa Mistura “es otra muestra más de la incultura de las administraciones, que desconocen la valía de los edificios que poseen y su papel en el paisaje; y una falta de respeto por parte de los autores que las realizan, que parecen despreciar a los arquitectos (tan artistas como ellos) que diseñaron las obras sobre las que actúan”. Tellería concuerda en la importancia de hacer pedagogía: “Debemos insistir en la educación y en la sensibilización de la sociedad hacia un patrimonio cultural que no es nuestro (o no solo nuestro), sino que hemos recibido en usufructo con la obligación de legárselo a las próximas generaciones con el mismo o mayor valor. Su valor no estriba en que satisfaga nuestro gusto (que nos parezca más o menos bonito, o más o menos feo), sino en que expresa el gusto de la sociedad y los artistas que lo realizaron en su día, y nos permite así conocer sus intereses y aspiraciones “.

Polideportivo de la Alhóndiga, obra de Miguel Fisac ante de ser intervenido.

Este artículo también recoge opiniones de varios artistas y profesores entre cuales se encuentran la de la Prof. Marta Domínguez Pérez, profesora de Sociología urbana en la Universidad Complutense de Madrid (UCM), que indica que los murales en edificios “se empezaron a ver hace tres o cuatro años, sobre todo en barriadas de Latinoamérica como formas de apropiación del espacio público. Pero ahora veo que se está haciendo un poco de abuso, que se está pintando todo, con lo cual ya no tiene el mismo sentido. Parece que pintamos ya cualquier cosa”.

Este artículo también recoge la opinión de Nacho Padilla, experto en desarrollo de marca de ciudades y actual director creativo del Ayuntamiento de Barcelona, “a la intervención con pintura la podemos considerar una herramienta y por tanto sólo podemos juzgar su bondad o maldad por el uso que se haga de ella. La falta de criterio y las razones equivocadas siempre planean a la hora de afrontar cualquier proyecto. Estas actuaciones, como resultan asequibles, tienen más probabilidades de dar lugar a decisiones precipitadas”. Asimismo, el artista urbano residenciado en Barcelona José Sentís, mejor conocido en las calles como Pez, y que lleva pintando paredes desde 1999, dice: "Mi objetivo, pero en ningún momento se busca desprestigiar el gran trabajo de los arquitectos. Creo que, además de pedir permiso a los dueños del edificio en cuestión, en estos proyectos se debería tener en cuenta a los arquitectos ya que de alguna manera estás modificando la obra que ellos realizaron”.

Graffitis en el barrio madrileño de Malasaña

Por su parte, Kenor, otro artista barcelonés que ha pintado muros por todo el mundo, disiente de sus compañeros. “Yo soy un amante de la arquitectura y me preocupo mucho por saber dónde voy a pintar. El faro de Ajo, por ejemplo, no lo hubiera pintado, porque tiene una entidad, una historia. Para mí ya es en sí una obra de arte, como una escultura”. Cuando me piden que vaya a pintar un edificio yo me documento, a veces hablo con los vecinos, les enseño mis dibujos… Entre los artistas que conozco sí hay esa conciencia de informarse de dónde se va a pintar". Kenor no habla solo de la superficie que se va a intervenir, sino también del entorno: “Hay gente que no le importa, que se suben a la grúa y no conectan con la gente del lugar, pero en general el muralista es alguien que pinta en la calle porque quiere transmitir una serie de cosas y conectar con el ciudadano, si no, no pintas en la calle, pintas un cuadro. Un mural así puede ser la obra más importante de un barrio y tiene que haber una participación ciudadana. Pintar algo así tiene una responsabilidad con el entorno muy grande".

Intervención Taller de bicicletas.

No dudamos que el arte urbano más que vandalizar se banaliza, pero aún forma parte de la sanación y la construcción de una ciudad más social y colaborativa. Pero estamos de acuerdo en afirmar que si se muraliza todo los espacios vayamos a echar de menos el gris ahumado de la ciudad. Por lo que, para finalizar añadiremos algo que dijo “Heidegger: “Todo proyecto no construido es una ruina’ y toda ruina es fruto del abandono; por lo tanto, la no construcción implica destrucción”. Definitivamente la ciudad es un patio de juegos en contruccion.

Intervención Polideportivo por Murone.


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