miércoles, 27 de marzo de 2019

Subway Drawing de Haring.









La calle siempre deja un gusto por los visionarios, los sin – vergüenzas, lo que disturban lo habitual, lo que estimulan y los que se atreven. Sin dudas, esto describe perfectamente a muchos artistas urbanos, como por ejemplo, a un Keith Haring, quien un día cualquiera en una estación del Metro de Nueva York se percató de la existencia de una valla publicitaria completamente vacía. Suponemos, que este artista enseguida subió a la calle, para buscar raudamente un local donde comprar tizas y regresar a aquella estación para dibujar sobre aquella superficie negra que le ofrecía la valla. Desde aquel momento, en los lejanos 80 nace el Subway Drawing de Haring, intervenciones que alborotaron la docilidad de un traslado subterráneo y obligó a este artista a usar el Metro solo para localizar las vallas vacías.












Sin dudas, los Subway Drawing como se conoció a estas intervenciones dieron a conocer a Haring, tanto por los usuarios circunstanciales del Metro neoyorkino de aquellos años, como por el mundillo selecto del arte quienes reconocieron a estos espacios intervenidos por esos delirantes hombrecitos dibujados sin bocetos previos como lugares creativos, de interés visual y de gran expresividad por un lenguaje de fácil lectura, muy cercano al comics, algo que, desde luego, les permitían contrastar con las distintas imágenes publicitarias que usualmente habitaban andenes y pasillos de las estaciones del Metro que como hormigueros laten en las entrañas de una ciudad catalogada el ombligo del mundo.









Los dibujos de estos hombrecitos sin rostros poco a poco conquistaron los espacios subterráneos, mostrando las distintas amenazas que según Haring atentaba o carcomía la humanidad de los 80, como la TV, la computadora, el tiempo, la religión o el dinero. También estos hombrecitos saturados por ese miedo al vacío que caracterizó el trabajo gráfico de Haring, eran seres adictos al sexo, en todo caso, seres que como remedio a cualquier enfermedad preferían ejercer su libertad sexual. Asimismo, eran seres mutables, que a criterio de Haring se transfiguraban en perro, pájaro u otros animales menos perceptibles a simple vista.








Como una suerte de Proserpina, que según la mitología era una deidad que moraba entre el inframundo y la tierra. Las intervenciones de Haring moraban en el submundo de las estaciones del Metro y las calles de la ciudad con seres proveniente de su universo caligráfico, creando una especie de feroces jeroglíficos para las despabiladas miradas de los viandantes, que buscaban un deleite en su transitar entre el mundo subterráneo y la superficie de la ciudad.  








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